Te dehojé, como una rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.
Mas todo en torno
--horizontes de tierras y de mares--,
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.
... El agua lava la yedra;
rompe el agua verdinegra;
el agua lava la piedra...
Y en mi corazón ardiente,
llueve, llueve dulcemente
Está el horizonte triste;
¿el paisaje ya no existe?;
un dia rosa persiste
en el pálido poniente...
Llueve, llueve dulcemente.
Mi frente cae en mi mano
¡Ni una mujer, ni un hermano!
¡Mi juventud pasa en vano!
-- Mi mano deja mi frente... --
¡Llueve, llueve dulcemente!
¡Tarde, llueve; tarde, llora;
que, aunque hubiera un sol de aurora
no llegaría mi hora
luminosa y floreciente!
¡Llueve, llora dulcemente!
¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!
La dulce brisa del río,
olorosa a junco y agua,
le refresca el señorío...
La brisa leve del río...
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!
Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde...
Y el corazón se le pierde...
Se está la orilla dorando...
El último pensamiento
del sol la deja soñando...
Se está la orilla dorando...
¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!
Llueve sobre el río...
El agua estremese
los fragantes juncos
de la orilla verde...
¡Ay, qué ansioso olor
a pétalo frío!
Llueve sobre el río...
Mi barca parece
mi sueño, en un vago
mundo. ¡Orilla verde!
¡Ay, barca sin junco!
¡Ay, corazón frío!
Llueve sobre el río...
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